Hay cosas difíciles de explicar en palabras, cosas que solo se saben por la experiencia, ¿Cómo explicarle a un europeo el sabor de una guanábana? O a una persona que solo ha vivido en el Ecuador, ¿Cómo le explicas la sensación de un invierno de 30 Cº bajo 0? Son cosas, hechos y sensaciones que solo los más versados podrían poner en palabras que sepan llegar a los corazones de todos.
Los sentimientos son otro de los grandes placeres y pesares que solo el ser humano es capaz de sentir con gran profundidad; el amor, la tristeza, la ira, la felicidad o los celos, son sensaciones conocidas en concepto pero que nunca llegan a tener real significado hasta que se vive en carne propia y se experimenta de primera mano todas las implicaciones que uno de estos comunes sentimientos conlleva dentro de una persona.
La soledad es uno de ellos. Las personas con regularidad no conocen realmente lo que es sentirse "solo", el ser humano es por naturaleza un ser sociable que siempre trata de pertenecer a algo, ya sea a un grupo, a una sociedad, a un país, por ello constantemente está buscando entre sus pares alguien que comparta sus ideales, intereses, gustos.
Con los años es cada vez más complicado conectar realmente con alguien, las personas están más preocupadas por lo que implica vivir, de las cuentas, el dinero y el trabajo; que por vivir realmente, corren de un lado a otro sin descanso, de sol a sol para sustentar una vida que no están disfrutando. Es sumamente triste ser partícipe de esta escena donde la gente no tiene tiempo de detenerse a hablar con un amigo, saludar a un conocido, abrazar a su hermano, puesto que a la larga, cuando ya han cumplido con las metas de éxito y fortuna por las que trabajaron toda su vida se dan cuenta repentinamente, como si despertaran de un sueño, que no tienen a nadie con quien compartir esta dicha, que están solos.
Indudablemente más desgarrador que saberse solo por decisión propia, por haber atendido al trabajo en vez de a las amistades; es saberse solo por abandono.
En Venezuela se está atravesando un difícil momento económico, social y cultural, una situación terrible por la que muchas personas han decidido migrar a otros países en busca de oportunidades de vivir, porque en este momento los venezolanos sobreviven, no viven y la diferencia solo la conoce realmente quien se ha visto con insomnio en las noches, atormentado por si al día siguiente al salir a buscar víveres, los conseguirá en algún lado, si el dinero será suficiente y si no lo robaran o asesinarán en el intento.
Con cada día que pasa más y más personas huyen despavoridas a otras tierras buscando mejor calidad de vida, buscando un lugar que les ofrezca cosas que todos en el mundo dan por sentado, un trabajo que genere el suficiente dinero para comer al menos dos veces al día, un hogar donde los servicios de agua y luz no se vayan por semanas interminables, una ciudad donde salir a la calle no represente un atentado a tu vida. Y se sentirán solitarios, lejos de sus padres, amigos, de su cultura y costumbres, lejos de su tierra, lejos de su hogar, pero la tranquilidad de saberse a salvo, vale cada gramo de soledad que puedan llegar a sentir.
Ellos serán felices, eventualmente conseguirán amigos, formarán parte de un grupo y adoptarán esa nueva sociedad como propia. Pero ¿Ha reparado alguien en los que se quedan?
Ya sea porque no tienen el valor o los medios para salir al exterior, es terrible presenciar como estas personas se van quedando solas, abandonadas por sus amigos y familia, sin poder hacer nada, y más importante, sin querer hacer nada para evitarlo, es decir, ¿Por qué le negarías a alguien a quien quieres la oportunidad de vivir mejor? Y lentamente pero sin pausa ves como su círculo de amigos, sus hermanos, todo, desaparece de su entorno dejándolo atrás, viendo fantasmas en los huecos dejados, sin nadie con quien compartir sus miedos del día a día, sus preocupaciones, sus alegrías dentro de tanto desespero. Es terrible, esto hunde a la gente, la sensibiliza a la angustia que flota en el ambiente y se cuela por cada grieta dentro de las personas, las consume y no deja nada más que un cascarón vacío.
Parejas que se separan, que se prometieron un "por siempre" que se desvanece con cada milla que se aleja el avión. Pues es difícil prometer un "en la salud y en la enfermedad" cuando se presenta una oportunidad que lleve a una sola de las partes al exterior. ¿Cuantos corazones no se hayan hoy empañados por la tristeza de la espera? ¿Cuantos corazones no se han destrozado ante la certeza de que una vez en otro país la idea de volver es casi impensable? Solitarias caminan las jóvenes almas por las calles, actuando en automático y por inercia, haciendo todo lo necesario por sobrevivir otro día más, pensando en los que perdieron fruto del hampa, de la represión, de la injusticia, y en aquellos que perdieron en la distancia, los que están más allá de donde alcanza la vista.
La soledad es terrible en todas sus formas, atenaza al corazón y tiene en sus esbeltas manos a una nación completa, a los que se van y a los que se quedan. Será una sombra al asecho durante muchos años atormentando personas de todos los estratos y edades, a los abandonados y a los valientes, y tal vez algún día logren limpiar esa sensación de su cuerpo, del frío de no tener a nadie a quien hablar, de la tristeza de saberse lejos de los que amas; pero inevitablemente el sentimiento estará allí, porque es difícil entenderlo si solo te lo explican con palabras, pero una vez que lo experimentas en la piel se queda allí por siempre, ese conocimiento no se desvanece de la memoria y se desliza como un escalofrió en la columna a la menor oportunidad que le otorgues de volver.